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Luciano Cruz-Coke, 47 años, licenciado en cine, casado, cinco hijos, dice que es fatalista por naturaleza. Que siempre está pensando en que las cosas pueden salir mal y que muchas veces en su historia el miedo es lo que lo ha movilizado. Que esa es una forma que le ha permitido estar alerta toda la vida. Y que lo heredado no se hurta, porque su madre es así.
Asumiendo eso es más fácil entender que, en estos momentos -cuando la derecha goza de su triunfo electoral más contundente en décadas y varios repiten, sin disimular algo de soberbia, la frase «nosotros fuimos los que ganamos» ante las críticas formuladas por la conformación del nuevo gabinete-, él prefiere la cautela:
-Es que nadie hace análisis en el triunfo, entonces, parte de lo que me asusta de que hayamos sacado 54% de la votación en segunda vuelta, es que podamos pensar que tenemos algún tipo de hegemonía sobre lo que el país piensa que necesita. Yo siento que esto es un diálogo permanente con el electorado y que si olvidamos eso podemos volver a perder. Creo que hoy, en el triunfo, debemos ser dos veces más receptivos, más humildes. Agradezco que hoy no tengamos frases del tipo «en 20 días hicimos más que en 20 años».
Sentado en una oficina del tercer piso de Evópoli, en la comuna de Providencia, Luciano Cruz-Coke cuenta que no ha parado ni un minuto. Desde que se supo la conformación del gabinete del presidente Sebastián Piñera, va de reunión en reunión acordando cómo su partido ayudará a llenar los 200 cargos de confianza que necesita el nuevo gobierno.
-Ha sido de locos -comenta.
En estricto rigor, su vida cambió en diciembre pasado, cuando logró una de las tres mayorías en el codiciado distrito 10 de Santiago, junto a Giorgio Jackson y Marcela Sabat. Es la primera vez desde que empezó su carrera, actoral primero y política después, que, dice, se siente seguro.
-Toda mi vida he vivido enfrentando prejuicios por no ser de izquierda y he tenido que validarme. Hoy no lo siento así -dice.
La actuación
Luciano Cruz-Coke siempre tuvo dos almas, y la primera fue la que lo llevaba a querer estudiar música, a actuar, a estar arriba de un escenario. Cuenta que en su casa, con su padre, Carlos, profesor de derecho en la Universidad de Chile, se escuchaba mucha ópera. Él, entre otros, había sido uno de los fundadores del Ictus, junto a personajes como Paz Irarrázabal, Claudio di Girolamo y Germán Becker.
-El mundo que me tocó conocer era un mundo muy entretenido. Yo tuve, por ejemplo, a Ramón Vinay en mi casa, que era un cantante de ópera chileno, muy connotado en el extranjero. Como mi papá fue director de la Sociedad de Amigos de la Ópera, y estuvo a cargo del Municipal a partir de 1968, tuve a todo este mundo ahí mismo. De hecho, yo mismo debuté en la ópera en el año 74.
La otra alma fue la que le impulsaba la parte de su familia vinculada a la política, como su abuelo materno, Carlos Carvallo, quien integró la directiva del Partido Liberal a mediados de los años 50.
-Y los Cruz-Coke eran totalmente conservadores socialcristiano, un poco más progresistas, por ponerlo de alguna forma, con una cercanía con la Iglesia. Tenían la idea de que había que tomar una opción muy firme por los pobres, pero, obviamente, en una línea de derecha. La política siempre estuvo muy presente -recuerda antes de decir que su familia era pinochetista.
-¿Usted fue pinochetista también?
-Sí, me atrevería a decir que sí, (…). Yo voté «Sí», como toda mi familia, como votaron todos mis amigos, como votó todo el mundo que estaba a mi alrededor.
Su vivencia política al entrar a la Universidad Finis Terrae, donde estudió cuatro años arquitectura, fue similar: todos pensaban más o menos lo mismo. Cuando realmente sintió un cambio, recuerda, fue cuando entró a la televisión.
En 1994, luego de que Ricardo Vicuña -uno de los directores más destacados de la llamada época dorada de las teleseries de Canal 13- lo viera cantando en un bar, lo invitó a hacer un taller de actuación tres veces por semana en el canal, y más tarde le ofreció uno de los roles protagónicos de la teleserie El amor está de moda, que se emitió en 1995.
-Ahí me empecé a relacionar directamente con gente que sabía que había torturados, detenidos desaparecidos, violaciones a los derechos humanos, y probablemente ahí también se me produce un cambio.
-Debe haber sido el único actor de derecha en ese mundo. ¿Lo pasó mal?
-Yo estaba impresionado de esas experiencias que me contaban, era un mundo que yo no conocía. Hoy sí tengo una visión muy crítica de lo que fue la actuación del gobierno militar y de las responsabilidades de civiles que, incluso sabiendo, no hicieron nada.
A mediados de los 90, no era fácil ser un Cruz-Coke en el mundo de la televisión y el teatro. Y, además, había algo aún más terrible: no haber estudiado teatro.
-Hubo algunos que por eso trataron de hacerme la vida imposible, pero hubo gente que me trató muy bien: Roberto Poblete, Aline Kuppenheim, Fernando Kliche, Gloria Münchmayer, fueron personas que conmigo tuvieron un trato muy deferente, humano y, finalmente, amistoso. Son todas personas con las que conservo amistad hasta hoy.
-Chile es muy prejuicioso -continúa-. Yo mismo fui educado en una sociedad horriblemente prejuiciosa. He tratado de reeducarme y la vida me ha ido también educando. Crecí en una sociedad muy clasista, muy determinada en un tipo de cultura y educación, entonces, honestamente, cuando la discriminación se tornó hacia mí, lo que traté fue demostrar que el prejuicio se equivocaba.
-¿Y cuál era en realidad el prejuicio?
-Este cabrito, jovencito, buenmocito, cuiquito, del barrio alto, con apellido, sin formación teatral y facho, viene aquí a instalarse en medio de nuestro mundo laboral y quiere hacerse un nombre… Y hubo, como es natural que lo hubiera, resistencia.
También, dice, dudaban de su formación cultural.
-Pensaban que yo no había leído ni el Condorito. Y no, yo había leído bastante más que el Condorito. En ese sentido, tuve una vida con muchas oportunidades, con un capital cultural bastante grande y bastante sólido, y toda la caricatura que se podía hacer en ese momento de los actores modelos que existían en televisión se podía aplicar perfectamente a mi persona, pero era injusto.
Fueron dos años duros, recuerda, hasta que en 1996 decidió irse a estudiar teatro a la academia de Lee Strasberg, en Nueva York, como una manera de validarse.
-Yo sentía que el actor que estaba bien formado era el de teatro y que para eso tenía que estudiar. Y elegí irme a Nueva York porque para mí esa ciudad significaba muchas cosas: música, autores, teatro -dice.
Pero asimismo significaba libertad.
Abandonar los estudios de arquitectura no fue algo que su familia tomara bien. Por ejemplo, dice, su madre lo aceptó de mala gana.
-Ella en algún momento pensó que este joven que estaba tan bien encaminado en la arquitectura, se iba a ir por el mal camino, porque se metió a trabajar en la televisión y se fue a vivir con su polola (…). Yo siempre sentí una responsabilidad muy grande por demostrar que las decisiones que había tomado eran pensadas, a pesar de que eran riesgos.
Luego del período en Estados Unidos, Cruz-Coke volvió a Chile sintiéndose diferente.
-Llegué creyendo en que si era actor, no iba a ir al despeñadero moral ni ético, como probablemente algunos de mis familiares pensaban. Recién a la vuelta de Estados Unidos dejé de sentir que tenía que estar pidiendo disculpas por ser actor, por meterme en un mundo que tal vez no me correspondía, por todas las cosas por las cuales de alguna forma me sentía culpable también.
Más tarde, Luciano Cruz-Coke dirá que antes le preocupaba mucho lo que se dijera de él, y que por eso siempre ha tratado de mostrarse más fuerte de lo que es. «Probablemente soy mucho más débil, menos choro», dice.
-Siempre le comento a la Javiera (García-Huidobro, su esposa), que siento que me construí mucho más a partir de los 30, incluso a partir de los 40, que cuando era más chico (…). Hoy, viendo mi carrera, no me puedo definir más que como actor. Esa es mi esencia. Me ha costado encontrarla, pero independiente de lo que la gente pueda opinar eso yo soy: un actor.
Luciano Cruz Coke tiene cinco hijos de 12 a 1 año.
-¿Usted quería tener tantos hijos? ¿Fueron todos planificado?
-La Alicia, que es la cuarta, no fue planificada. Ella tiene síndrome de Down, es una exquisitez. Nos vino a iluminar la vida. Y una vez que la tuvimos, nosotros sentimos que ella tenía que tener un hermano, sentíamos que le iba a hacer bien, porque la diferencia con los otros iba a ser gigante. El Rafa, que es el último de la camada de tres, se empata un poquito con los dos de arriba, entonces la Alicia iba a quedar medio volando. Fue una decisión consciente, y ahí salió el quinto.
Futuro político
Después de retornar a Santiago desde Nueva York en 1999, Cruz-Coke participó en 13 teleseries en Canal 13 y luego se cambió a TVN.
-En esa época, el mundo del 13 y el mundo de TVN eran muy distintos. De alguna forma, el 13 era como Televisa, una factoría de estrellas. El mundo de TVN era más reputacional en términos actorales.
Pero la televisión, dice, ya no le estaba haciendo tanto sentido. Así, en 2000 compró junto a su amigo Felipe Braun la casona ubicada en el número 90 de la calle Lastarria, donde armó un centro cultural que acogió a compañías jóvenes y las incluyó en una cartelera comercial.
Con el tiempo, dice, se dio cuenta de que se estaba transformando en un funcionario de la actuación: iba a grabar series en la mañana, y se desocupaba tarde de sus tareas en Lastarria 90. Entonces, en 2007, fue cuando se saturó, dejó la televisión y se inscribió en un magíster en ciencias políticas.
Su primer trabajo político fue en unos comités ciudadanos organizados por el equipo de Sebastián Piñera. Era un espacio donde se reunían personas que, sin tener pertenencia partidista, se congregaban a trabajar en áreas de su interés. Él, desde luego, eligió la cultura. Cuando comenzó la idea de la candidatura de Piñera, en 2008, su hermana Magdalena, lo llamó para que trabajara con ellos. Su respuesta fue negativa, y les explicó que no le interesaba tener un trabajo partidario. Le ofrecieron entonces participar en el grupo Bicentenario, en el que, entre otros, había personas como Luis Gnecco, Luis Paco Rivano y Joaquín García-Huidobro.
-Por alguna razón el grupo de cultura no terminó de cuajar y me pidieron a mí que me hiciera cargo. Así partí juntando un grupo de gente que no estaba en la cosa política, pero que estaba cansado de la forma de hacer cultura de la Concertación. Y empezamos a desarrollar un programa de derecha que por primera vez le diera algo de sustento al tema.
Cuando Piñera asumió la Presidencia, en marzo de 2010, le pidió que fuera su ministro de Cultura. Él dice que sintió un tremendo peso en sus hombros, porque el prejuicio indicaba que la derecha iba a echar atrás los fondos de cultura y disminuir los presupuestos. Pero «nada de eso pasó, e incluso se aumentó en un 40 por ciento en los cuatro años».
Luciano Cruz-Coke dice que una vez más tuvo que enfrentar los prejuicios, incluso desde su mundo.
-Muchos decían: «Sí, bonito, pero las cosas realmente importante pasan en Hacienda», y creo que logramos dar vuelta esa sensación en nuestro sector. Tuvimos apoyo de personas inesperadas como Felipe Larraín, el mismo Presidente se puso detrás de varios proyectos. Yo le decía: «No podemos bajar el presupuesto, tenemos que subir los presupuestos», y él me creía. La gente piensa que Piñera es como una señora metiche encima de cada cosa, y no es así.
-¿Nunca tuvo un problema con él?
-Sí, tuve varias diferencias de opinión.
-¿Y qué pasaba ahí?
-Ganaba él, si era el Presidente -dice y se ríe.
De esa, su primera experiencia política, asegura que aprendió.
-Viví traiciones, las peores fueron desde el frente interno. Había que estar mucho más preocupado de la espalda que del frente.
-¿Qué aprendizaje ha visto en el Presidente Piñera desde esa época hasta ahora?
-Hay una percepción medio ficticia en la gente de que Piñera es una especie de monstruo hiperdesarrollista, hipergestionador (…). No, no lo es; por el contrario, yo he aprendido a admirarlo harto en la forma en cómo hace trabajar a los equipos. Como todos, se puede equivocar y probablemente con los años ha ido puliendo cierto déficit en lo emocional, o en el trato humano. Efectivamente, con la madurez creo que ha ido bajando su intensidad de trabajo y ha ido fijándose más en que buena parte de este trabajo consiste en conversar, en preocuparse del aspecto más «blando» de las cosas.
-¿Cuándo cree que se produjo este aprendizaje?
-Yo creo que fue duro cuando la aprobación de su primer gobierno se fue al tacho, sobre todo en un país tan presidencialista. Creo que ese aprendizaje existió y por eso yo ahora lo veo más tranquilo, más sonriente, más relajado.
-¿Cuántas veces lo vio en estos cuatro años alejado de La Moneda?
-Muchas, lo veo semanalmente, tengo amistad con él y su familia, y la Cecilia y los niños. Cuando logras pasar ciertas barreras de entradas, que él mismo las pone, es una persona que está mucho más relajada, más tranquila, buena para el chiste, para el garabato, incluso. Tal vez antes yo no formaba parte de eso, no sé. A lo mejor estaba como muchos otros ministros, a prueba.
A la hora de hacer los análisis sobre por qué la derecha no pudo tener un segundo gobierno en esa ocasión, dice:
-Había muy buena política pública, mucho Harvard, mucho plan de desarrollo, pero hubo poca calle. «Mucho Excel, poco Word», como dijo Gonzalo Blumel, pero Word en términos de ir a las bases, de conversar.
-Yo siento que fue tan grande el chancacazo de cuando perdimos con Bachelet -continúa-, que nos obligó no solo a lamer las heridas, sino que también a ver qué estábamos haciendo, el porqué la gente nos pegó una patada en el poto tan dura en 2013, cuando la economía crecía al 6%, cuando se habían creado un millón de empleo. Entonces, ¿basta crear un millón de empleos?, ¿basta que la economía crezca? Probablemente, no. Hay algo que la derecha a punta de porrazos -porque mi sector no aprende sino a porrazos- tuvo que entender. Por eso digo que tengo reparos con el triunfo holgado, porque cuando vimos que tuvimos una primera vuelta con 36%, por Dios que nos movilizamos para lograr el 54%. Pero no vayamos a creer que hegemonizamos algún tipo de verdad, y que ya le pegamos el palo al gato. Yo no creo que sea así.
-¿Y qué debe hacer este gobierno para que no se repita la historia?
-Hoy el «desde» que nos van a exigir es el crecimiento de la economía, creación de empleo y buena gestión de proyectos. Y lo que realmente nos van a exigir son leyes de carácter social, que efectivamente generen un cambio en esos que están a medio morir saltando. Los que salieron de abajo y están rasguñando esa clase media que se creó a partir de los últimos 25 años, eso nos van a exigir, y eso va a requerir de nosotros hacer la pelea en el territorio, no en la élite. La élite se arregla sola, las empresas se arreglan solas. Nosotros necesitamos hacer empresa en el territorio.
-¿Y eso es lo que plantea esta derecha moderna?
-Hay que repensarse como derecha y lograr ser una derecha más contemporánea. Pero ojo, que estamos donde estamos, con una coalición más o menos unida, y con 72 votos en la Cámara de Diputados, porque hubo una voluntad unitaria en el sector. Lo mismo consiguió en el pasado la Concertación, y ese fue el fracaso de la Nueva Mayoría: no ir juntos.
-¿Cómo se establece Evópoli en la lógica actual?
-Nosotros vamos a ser naturalmente un lugar para personas que se desencantaron de la Concertación, exsocialcristianos, muchos de Progresismo con Progreso. No quiero hacer una crítica particular a la UDI, pero creo que muchos de los hijos de los partidos tradicionales de la derecha, se sienten representados por nosotros. Las coaliciones políticas son representativas del momento en que nacen. Evópoli nace en un gobierno democrático de derecha, no proviene de la UP ni de la dictadura militar. Por un asunto de carácter generacional tenemos una posición en cultura y en medioambiente, entre otros temas, que antes eran propias de otras posiciones políticas. Entonces, muchos jóvenes se sienten más cómodos acá. Cuántas veces he conversado con (Sebastián) Sichel, de Ciudadanos; yo no pierdo la esperanza de que un José Joaquín Brünner, un Óscar Guillermo Garretón, puedan venir con nosotros.
-Dentro de su sector está la derecha más liberal y la más conservadora, una que parece estar yendo hacia atrás en temas valóricos.
-Nosotros apostamos a que el día de mañana la hegemonía de las ideas que nosotros impulsamos sea la que predomine en nuestra alianza.
-¿Qué le reconoce al gobierno de Michelle Bachelet?
-La Comisión Engel. Creo que fue una gran iniciativa para poder ordenar algo que estaba empezando a hacer necrosis en nuestro sistema político. Demostró ahí un manejo político que en otras áreas no tuvo. Ese va a ser su gran legado.
-Alfredo Moreno viene de la CPC al gobierno. ¿Ve algún tipo de incompatibilidad entre la empresa y la política?
-No, en la medida en que esté bien regulado. Además, Moreno ya había sido ministro de Estado, y no creo que hoy tenga más conflictos de interés que cuando asumió la Cancillería. No veo el problema en eso, y sí creo que tiene una capacidad de gestión tal, que vamos a ver muy buenos resultados.
-Carlos Peña el fin de semana escribió que Moreno representaba la derecha compasiva. ¿Está de acuerdo en que existe esa derecha?
-Sí, hay una derecha un poco culpógena, una derecha educada en colegios católicos, y es un poco también el cambio de switch que tenemos que hacer nosotros, porque en nuestro sector miramos a los más desvalidos como sujetos de caridad, y yo creo que hoy deben ser sujetos de oportunidad y promoción. Tenemos que ver cómo en la derecha hacemos que este país crezca, que todos crezcan y que sea sostenible para todos. La caridad tiene el problema de que actúa para un momento específico, pero nadie es digno viviendo de la caridad. Sí es digno cuando tienes oportunidades para pararte por ti mismo -dice Cruz-Coke, quien se declara a favor de la ley de aborto en tres causales, del matrimonio homosexual, de la ley de identidad de género y de la legalización de la marihuana medicinal.
–¿No le pareció que era una provocación para el mundo más liberal nombrar a Isabel Plá en el Sernam?
-No, porque, primero, yo conozco a la Isabel Plá, tengo amistad con ella y si bien puede tener una posición contra el aborto, es una persona que va a cumplir con la ley y así lo ha declarado. Y en segundo lugar, es una persona que es bastante más liberal que la caricatura que se ha tratado de hacer de ella. Yo, con lo que estoy muy en desacuerdo, es que antes de entrar a la cancha se la juzgue sin haber ejercido el rol.
-Se habla de que este es un gabinete más conservador que progresista, que representa más a la derecha tradicional, que a Evópoli.
-Cada uno en el gabinete tiene una posición, desde Blumel al más conservador, que no se quién será. Pero cuando se establece un programa, se obliga a marchar todos juntos en cierto sentido.
-Si estás en una coalición -dice Luciano Cruz-Coke- hay que avanzar juntos, y hay un líder, que da las directrices, porque para tratar de gobernar hay que entender que hay una cierta diversidad, que a la derecha le cuesta, es verdad, le cuesta mucho… Pero vamos a tener que aprender a convivir con eso.
«Lo que nos van a exigir realmente son leyes de carácter social que efectivamente generen un cambio en esos que están a medio morir saltando »
Entrevista El Mercurio
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