Por, nuestro economista Evópoli Decano Escuela de Gobierno UAI, Ignacio Briones
Pero el debate decae si la demanda se expresa a través de la caricatura y el eslogan. Por ejemplo, repitiendo que esta es “una reforma para los súper ricos”. Si de los US$ 833 millones anuales que cuesta reintegrar, US$ 229 millones atañen al grupo de mayor ingreso, se omite poner la cifra en real perspectiva: ella representa menos de 1,5% de los ingresos percibidos por el 1% de contribuyentes de mayor ingreso (SII) y es inferior a 0,5% de sus ingresos devengados según el Banco Mundial (2015). ¿De verdad mueve la aguja?
El largo preámbulo de la reforma tributaria ha estado marcado por un verdadero impuesto al debate. No solo porque esta semana recién sabremos si la oposición concede la mera idea de legislar. También porque, a estas alturas, se siguen confundiendo conceptos fundamentales detrás de la integración, corazón de la reforma, al tiempo que se caricaturizan sus efectos.
La oposición pregona que la integración básicamente beneficia a la gran empresa. El Frente Amplio llega a asegurar que sería un regalo a las “1000 empresas más grandes”. La confusión conceptual es manifiesta: la reintegración refiere a socios o accionistas y no al tamaño de la empresa. En similar línea –vaya curiosidad- la presidenta de la UDI se allana a excluir de la integración a las grandes empresas. Las Pymes sí, pero las grandes no, nos dicen a dúo. Curiosa postura según la cual integrar sería bienvenido si se es dueño de 50 Pymes, pero problemático si se lo es de una empresa grande, aunque reporten los mismos ingresos.
Fuente: La Tercera