Entrevista a Jorge Edwards: "Yo no soy un converso"

Entrevista a Jorge Edwards: "Yo no soy un converso"

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A los 87 años, el escritor milita por primera vez en su vida en un partido. Aunque dice que no se siente muy identificado con la segunda administración de Piñera, ingresó al partido «porque es libertario». Le augura un futuro promisorio a Hernán Larraín Matte y dice que el Frente Amplio es «ultraizquierdista, y eso es una enfermedad». 

La noche del lunes pasado tuvo sentados en la mesa de su departamento a Felipe Kast, Luciano Cruz-Coke, Hernán Larraín Matte, Ignacio Briones y Óscar Godoy, miembros del partido por el que firmó en lo que será la primera militancia de su vida. A los 87 años, Jorge Edwards, premio nacional de Literatura, premio Cervantes y autor de decenas de novelas, cuentos y ensayos, decidió fichar por Evópoli.

Es el día después de esa comida y se acaba de despertar de una pequeña siesta tendido en un sofá de su departamento en Santa Lucía, donde aterriza cuando no está en Madrid. Se pasea ágil, vestido de camisa rosada, suéter sin mangas y con sus clásicas pelusas rebeldes en la nuca, las últimas que cuelgan desde su cabeza. Ya tenía poco en los años en que escribió su célebre «Persona non grata» -publicado en 1973-, donde relataba sus tres meses como diplomático de la Unidad Popular en Cuba, de donde lo expulsaron. «Me demoré cuatro días en darme cuenta de que Cuba era una dictadura… menos que Roberto Ampuero», dice ahora y se ríe.

Lo escribió por las mañanas en París, donde fue ministro consejero con Pablo Neruda de embajador en Francia. Cuando -muchos años después de transitar de la izquierda hacia el centro, de ser un fiel adherente del No en 1988 y embajador de Frei Ruiz-Tagle ante la Unesco- Sebastián Piñera le ofreció ser embajador en París durante su primer gobierno, Edwards le respondió: «A París no le puedo decir que no».

Por estos días, nadie le ha ofrecido ningún cargo -tampoco parece entusiasmarle la idea- y está dedicado a terminar la tercera parte de sus memorias. En un pequeño cuaderno naranja de páginas blancas -«no soporto las líneas», dice- va anotando las ideas, los capítulos que debería tener la última parte de su trilogía, donde quizá Evópoli alcance a tener alguna alusión.

«El intelectual solo se asoma a la política. Y los que entran en ella piensan poco», dijo una vez. ¿Por qué decidió militar?

Nunca he militado en nada. He coqueteado con la política, pero me atrae la idea de tener que hacer algo. Y encuentro que este grupo de Evópoli tiene lo siguiente: es verdaderamente democrático, contrario a las dictaduras, muy partidario de la libertad; es libertario, se podría decir. Es un grupo chico de gente con la que se puede conversar y de la que se puede discrepar. Es casi obligatorio con este grupo no estar de acuerdo en todo, sino discutirlo todo. Una vez me invitaron a una cuestión de Diálogo de Conversos, Roberto Ampuero, Mauricio Rojas, y no fui.

¿Lo invitaron porque también lo consideraban un converso?

No. Yo no soy converso.

¿Lo suyo fue evolución?

He evolucionado, claro, pero no he cambiado fundamentalmente. Fui un fanático lector de Miguel de Unamuno cuando era alumno de los jesuitas. Él ponía en duda el pensamiento dogmático, religioso. Y también fui alumno de Alberto Hurtado, hoy San Alberto Hurtado, que nos llevaba en una camioneta vieja a conocer la vida de los niños debajo de los puentes. Estaba una vez en Salamanca en una cumbre latinoamericana y visité la casa de Unamuno, y cuando salí un chileno -que no falta nunca- me dijo «Oye, Jorge, van a canonizar a Alberto Hurtado la próxima semana». Y me acordé de lo siguiente: Cuando tenía como 15 años le dije a Alberto Hurtado, «oiga padre, ¿qué piensa de Unamuno?». Y me dijo, «es un blasfemo y un enemigo de la Iglesia. No debes leerlo por ningún motivo». Seguí leyéndolo y tomé lo de su sentido crítico, de revisión de todo lo que se cree establecido, tomar distancia. De analizar con libertad. Entonces dije en Salamanca que he sido fiel a esas dos cosas: Unamuno con su pensamiento que lo llevó a que casi lo mataran cuando discutió con un general franquista y a Alberto Hurtado.

No se identifica con los años verde olivo, ni con la conversión .

Nada. La novela (de Roberto Ampuero) es interesante, pero tampoco impresiona demasiado. No me identifico con eso. A los tres días de estar en Cuba como diplomático, en ese tiempo -1971, durante el gobierno de Salvador Allende-dije: «Esto para Chile no es. Creo que esto es una dictadura».

¿Qué proyecto de sociedad busca impulsar desde Evópoli?

Evópoli es un partido de gente sensible a los temas de la cultura. Y eso se produce en un momento en que Chile perdió un liderazgo que tenía en mi juventud. Conozco las estadísticas de consumo de libros españoles en América y Chile tenía el primer lugar, era el mayor consumidor de libros per cápita. Más que Argentina. Hoy día Chile está detrás. Muy lejos de Argentina, México y Colombia, y vamos a quedar muy pronto detrás del Perú. Entonces creo que Evópoli está interesado en la educación superior, revitalizar la cultura, y podemos hacer algo para que Chile vuelva a ser un gran centro democrático, de cultura política y de cultura. Lo veo como una posibilidad importante para Chile, para que trabaje en ese sentido.

¿Lo invitaron o usted se acercó?

El que me habló de esto fue Óscar Godoy, un amigo antiguo. Una vez me dijo, «tú eres un evopolista». Le pregunté qué era eso. Y le dije que estaba dispuesto a conversar con ellos y a lo mejor adherir. Un movimiento chico, joven, culto, contrario a los fanatismos.

¿No cree que es un partido de élite?

Bueno, se parece un poco a la república de los filósofos de Platón (sonríe), pero sé que no estamos para eso. Pero creo que la posibilidad de tener la conversación que tuvimos ayer aquí con Larraín Matte, con Briones, con Luciano Cruz-Coke es interesante. Más para mí, que he sido una persona que siempre ha estado observando la política. Tampoco es algo que cambiará mi vida, como si me hubiera metido a cura. No voy a ser un cura de Evópoli.

¿Nunca pensó militar en Ciudadanos, de Andrés Velasco?

Soy amigo de Andrés. Una vez le pregunté qué le parecería apoyar a Piñera (en la última elección). Y puso cara de asco. Vi que era reacio y muy amargo con Piñera. Y pensé «por aquí la cosa no va a ir». Los Evópoli son tipos inteligentes que tienen cierta afinidad con Andrés, pero se ha equivocado en algunas cosas. Si quiere tener un papel político tiene que saber hacer alianzas políticas. En cambio estos gallos son más libres para mí.

Velasco dijo que no podría estar en una coalición con la presidenta de la UDI. ¿A usted no le pasa eso?

No, no. Hay un pequeño grupo que viene del pinochetismo, pero que está de vuelta y no me parece mal. Y Evópoli puede jugar un papel dentro de un país que ha tenido una transición. Yo voté por el No, fui miembro del comité de elecciones libres y escribí muchos artículos sobre el tema. ¿Y qué me impresionó más en ese tiempo? Que gente que conozco me decía «estoy feliz de que haya ganado el No», aunque hayan sido pinochetistas. Ha habido una valorización retrospectiva de ese No. Se descubrió que era liberador. Por eso estoy en desacuerdo con eso que escribió Carlos Peña de que el No se despolitizó. No es verdad. El No tuvo una influencia impresionante en este país y eso se respiró desde el día siguiente.

¿Qué le parecen los líderes de Evópoli?

-Felipe Kast me contó su historia de Cuba cuando yo estaba en París y la encontré un poco ingenua, pero simpática. Veo fuerte a Hernán Larraín. Hernán Larraín tiene una cabeza política, sentido de la organización y es capaz entonces de construir algo fuerte.

FUSILAMIENTO RÁPIDO

¿Qué diferencias ve entre el Presidente Piñera del primer período con el de ahora?

De la familia Piñera el que más me gusta es Bernardino. Lo fui a visitar el otro día y estuvimos hablando tres horas. Yo no me entiendo demasiado bien con Piñera. Durante esta campaña lo fui a ver. Le dije que podría hacer en mi casa una reunión de unas treinta personas con Héctor Noguera, Juan Pablo Izquierdo, Arturo Fontaine, Martín Hopenhayn, algunos filósofos jóvenes, le dije «quizá muchos de ellos no voten por usted, pero a lo mejor también puede tener una conversación enriquecedora y quizá algunos terminen haciéndolo». Al día siguiente me llamó y me dijo lo siguiente: «Jorge, métase usted en una comisión de cultura presidida por Roberto Ampuero y donde participa Santiago Elordi (poeta, ensayista, escritor y agregado cultural de él en Italia) y la Pichita», su hermana. Le dije que lo iba a pensar y no fui nunca. No me habría sentido cómodo en esa comisión.

¿Para usted tenía que ver con la manera de la derecha de ver la cultura?

Sí. En una oportunidad le plantee en una conversación a Felipe Larraín que era un escándalo que los libros pagaran un 19% de impuestos. El me dijo «sí, pero si les bajamos los impuestos a los libros se los tenemos que bajar a la leche». Y yo le dije «¿qué tiene que ver la leche con los libros?». Y fíjate un detalle: la leche la producen las vacas, y los libros, gente como la Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Proust. Pero a él no le gustó nada, no estuvo de acuerdo.

¿Usted cree que lo de Mauricio Rojas fue un linchamiento rodeado de algo de hipocresía o fue justo?

Uno tiene derecho a ser de izquierda y transformarse en partidario del mercado, como es su caso. Fue un linchamiento político.

¿Injusto?

Discutible. A Mauricio Rojas no lo encuentro el poeta Isaías, pero es un hombre inteligente. Me pareció un poco rápida toda la cosa, y como para demostrar algo. No me gustó que lo fusilaran tan rápido.

¿Su lugar natural era la Concertación?

Es que la Concertación ya no existe. Yo tengo un sentido bastante fuerte de la realidad y de pisar en la tierra. Si me ofrecieran una pega burocrática -sé lo que es eso- no la querría.

Usted dijo que Piñera I estuvo controlado por la UDI, ¿a Piñera II lo ve más cerca de Evópoli?

Creo que Evópoli puede tener importancia, que puede ser escuchado, y donde yo soy escuchado. Y digo cosas. Como por ejemplo que si le ganamos a Bolivia no le pegaría en el suelo. Eso no es diplomacia. Chile es un país de vecinos difíciles. Y si ahora logramos consolidar una relación tranquila con Bolivia, Argentina, Perú y Ecuador, trabajemos diplomáticamente.

¿Qué otras cosas les dice?

Les digo todo lo que pienso, que conservemos la identidad de Evópoli, un grupo liberal, que no pretende disminuir la protección social de Chile, muy por el contrario.

¿Pero Piñera II está cerca de Evópoli?

Creo que ya está lejos, y yo no me veo muy cerca de Piñera II. No estoy muy convencido de algunas cosas. Por ejemplo, respecto del tema de Bolivia que le mencioné.

¿Usted comparte que hay una «derecha cavernaria», como dijo Vargas Llosa?

No, encontré que fue meterse con la derecha chilena sin conocerla muy bien. Me pareció exagerado, no estuve de acuerdo. Le dije que hubo una derecha que tuvo mucho miedo al socialismo y de ahí vino la reacción hacia Salvador Allende. Y hubo muchos errores de Allende. Voy a contar una historia: yo estaba en París, y Neruda -que cuando ganó Allende lo primero que me dijo fue: «lo veo todo negro»- se reunió con un ministro húngaro comunista. Neruda siempre me llamaba para estas cosas, parece que adivinaba que iba a escribir unas memorias. Neruda le habla mal de Brezhnev, le dice que la Unión Soviética es como un gran elefante, lenta de reacción. El húngaro se para y le dice «Pablo, de todos modos el socialismo va a triunfar». Y Neruda se pone de pie, con dificultad, con su gordura, flebítico. «Tengo serias dudas», le dijo.

No me diga ahora que Neruda era de derecha.

Neruda era un socialdemócrata, había tomado mucha distancia de Fidel y de Stalin. Y yo participe un tiempo de ese movimiento, pero se puede decir que me convertí en un izquierdista crítico, no militante, y tuve bastante identidad con la Concertación. Y encuentro ahora que en Evópoli por lo menos hay una libertad de expresión interna.

¿Usted cree que son los llamados a liderar esta segunda transición, como se la ha llamado en el gobierno?

Este partido puede tener una voz que se va a escuchar en esta segunda transición.

Evópoli ha planteado una agenda valórica más liberal, ¿qué opina de esas posturas?

No las conozco tan bien. No me he metido a fondo en estos temas.

Pero usted es bien liberal…

Sí, pero no me pongas tampoco una clasificación.

¿Cuál es su posición frente al aborto?

He conocido casos de aborto y nunca me ha gustado mucho. Siempre me ha parecido que hay una cierta barbarie en esto de matar al niño cuando todavía vive. Hay algo ahí que puede ser de raíz católica.

¿Y el tema del matrimonio gay?

Más bien soy partidario en el sentido que en ciertos casos puede significar para una persona una estabilidad en la vida. En eso puedo ser más tolerante que en el tema de aborto, que es menos simpático.

«EL ULTRAIZQUIERDISMO ES UNA ENFERMEDAD»

¿Qué le parece el Frente Amplio?

Estoy en desacuerdo completo. Están en la teoría y en el anarquismo político. No encuentro que sirva de nada y no lo encuentro positivo para Chile. Es como el Podemos en España, es como el no-sistema.

Pero usted, que se definió como un intelectual de izquierda en su momento, ¿entiende la atracción de estos jóvenes por ciertas posiciones?

Naturalmente uno tiene que entenderlos, pero estar con Venezuela, por ejemplo, me parece absurdo. Y no hay gente interesante. Lo encuentro majadero, ultraizquierdista, y el ultraizquierdismo es una enfermedad. El ultraizquierdismo y la revolución son enfermedades y son religiones.

¿Usted tuvo la enfermedad?

No llegué tan lejos. Pero me demoré cuatro días en darme cuenta que Cuba era una dictadura.

Jorge Edwards se pone de pie para despedirse y dice:

De repente voy a hacer aquí una reunión, y bueno, que vengan los de Evópoli, que vengan Óscar Godoy, Arturo Fontaine, Martín Hopenhayn y que venga Andrés Velasco a ver qué pasa. A lo mejor se tiran todos por la ventana. A Carlos Peña le diría que venga, aunque cada vez que puede me tira una pesadez.

Quizá usted termine siendo una especie de canciller de Evópoli.

-Voy a ser algo de Evópoli. Yo no soy indiferente a estas cosas. A lo mejor tengo un lado político, o diplomático. Tampoco lo voy a negar porque ¿no es pecado, no?

Fuente: El Mercurio
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