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Sabe que su generación tiene que hacer una diferencia. Que ellos, los muchachos de Evópoli, tienen la tarea de encarnar una centroderecha liberal, pero no desde un centro de reflexión, sino que en la ruda cancha de la política. Hernán Larraín Matte creció en una clásica familia de derecha. Su padre, Hernán Larraín, actual ministro de Justicia, fue por décadas un hombre influyente en la UDI y simpatizante del régimen militar. De niños la realidad era una sola. Pero crecieron y al entrar a la universidad, los hijos se conflictuaron y vieron que había otra verdad. Los almuerzos familiares comenzaron a ser más tensos y las discusiones más acaloradas.
Hernán habla de dictadura. No de “gobierno militar”. Y para él y su núcleo político, la violación a los derechos humanos es una verdad oficial, no un montaje. De hecho, para muchos de ese grupo –incluido Hernán– un momento clave en el primer gobierno de Sebastián Piñera fue cuando se cumplieron 40 años del golpe y el Presidente apuntó a los cómplices pasivos de la dictadura. “Desde ese momento hasta ahora, la centroderecha ha evolucionado. Se asume que fue una dictadura, que fue un error apoyarla y hubo violaciones a los derechos humanos. Estoy hablando del sentido común de la centroderecha. Por supuesto que hay pinochetistas, un grupo de fanáticos del régimen, por ponerles un nombre. Pero no en este proyecto que hemos hecho, donde hay gente que mayoritariamente creció en democracia”, sostiene.
Hay quienes dicen que el Sebastián Piñera que habló de los cómplices pasivos, en esta vuelta fue más cauto…
Para ser justos, Piñera siempre ha tenido una sola línea en materia de democracia y derechos humanos. Ahora, es verdad que cuando se cumplieron 40 años, el Presidente fue más lejos. Quizás ahora, a los 45 años, la expectativa fue mayor por lo lejos que llegó la otra vez.
Y que molestó mucho a su sector…
Es cierto. Piñera incomodó a un sector de la derecha, pero esas fronteras que él ha ido moviendo, son conquistas culturales. El Presidente ha permitido que podamos pensar legítimamente en una centroderecha democrática, moderna, republicana y comprometida con los derechos humanos.
¿Dirías que hay una nueva derecha? Porque José Antonio Kast y Cote Ossandón, representan mundos distintos…
Hagamos una distinción. José Antonio Kast lidera un movimiento que se llama Acción Republicana, que es un proyecto individual, personalista. Manuel José Ossandón tiene sus banderas, sus causas, pero es parte de un colectivo. Es una diferencia sustantiva.
Evópoli quiere empujar un carro liberal. ¿Qué tan frustrante es convivir con una derecha dura?
Para mí es un desafío, no una frustración. Entonces, más que apuntar a José Antonio Kast y decir: “Aquí estamos frente a una ultraderecha y es un problema”, nosotros debemos tener un proyecto que deje fuera de foco ese tipo de liderazgos que utiliza las emociones, que utilizan las convicciones religiosas y que no construye proyectos colectivos. Esa distinción tenemos que mostrársela al mundo cultural de centroderecha para que entienda que el futuro pasa por una coalición que dé gobernabilidad desde su diversidad. Ese es el desafío.
Otro desafío es instalar una derecha social. ¿Han logrado encarnar ese relato?
Llevamos solo seis meses en el gobierno. Muchas personas votaron por Sebastián Piñera porque tiene experiencia, sabe hacer crecer la economía y porque consideraban que no era bueno que la centroizquierda siguiera gobernando. Fue un voto pragmático. Pero también existe un voto de centroderecha que espera que Piñera entienda que gobernar es mucho más que gestionar. Debe estar acompañado de un proyecto social.
¿Ves a un Piñera más flexible que el que tú conociste en el primer gobierno?
Sí. El primer gobierno era más gerencial, más tecnocrático, orientado al resultado. Hoy es un gobierno que tiene más experiencia, más sentido político. Entiende que se tiene que adaptar a desafíos sociales que no estaban en su agenda.
Sientes cierta admiración por Piñera, ¿no?
Sí, porque él podría estar arriba de un yate si quisiera. Ya fue Presidente, es rico, podría estar haciendo mil otras cosas, pero asumió el desafío de volver a gobernar. Y viendo lo que le pasó a Michelle Bachelet, está claro que los segundos gobiernos no te garantizan éxito. Pero, además, si miro a la centroderecha, me cuesta ver a otro líder del sector capaz de estar gobernando hoy día.
¿Qué atributos tiene Piñera para cambiarle el rumbo a la centroderecha…?
Yo creo que Piñera ha ayudado a evolucionar al sector y está promoviendo una centroderecha más moderna, más reformista, más abierta que lo que ha sido tradicionalmente la derecha.
No deja de ser curioso que la figura que logró llevar a la derecha al poder, sea una persona que en su raíz no es de ese mundo…
Bueno, eso habla bien del sector y de Piñera. Pero también habla de que ya aprendimos que gobernar es gestión, pero sobre todo un trabajo político. No deberíamos repetir la dimensión tecnocrática del primer gobierno. Y la dimensión social es clave también.
Ganaron con una mayoría electoral. ¿Cómo convertir esa votación en una mayoría política y cultural?
Comparto el punto. Nuestro desafío es que muchas personas que no son de centroderecha y que votaron por nosotros adhieran a nuestro proyecto culturalmente. Para eso tenemos que construir la idea de que un gobierno de Chile Vamos –más allá de Piñera– da gobernabilidad desde su diversidad, tal como lo hizo la Concertación.
O sea, ¿ustedes debieran ir a buscar el proyecto que la Nueva Mayoría abandonó?
La Concertación supo hacer de su diversidad, una riqueza. La gente se sentía parte de un espacio cultural común. De hecho, me encuentro con gente que me dice: “Soy un huérfano político”. Bueno, Evópoli tiene una oportunidad: y es que siendo parte de una centroderecha moderna, pueda abrir espacios para que la gente que culturalmente se siente huérfana de la Concertación, pueda votar por un proyecto que siente legítimo, razonable y que se acerca a su identidad.
Quizá esa frontera es difícil de cruzar para algunos concertacionistas…
No cabe ninguna duda. Hay un mundo que vivió muy de cerca la dictadura y que nunca va a poder votar por la derecha. Punto final. Conozco personas que ven a Evópoli con buenos ojos, pero les cuesta demasiado cruzar el río porque ven que somos parte de un sector que tiene una historia vinculada a la dictadura. No pueden cruzar esa frontera y me parece razonable.
Entonces, ¿cuál es el plan?
A lo que aspiro es que para el futuro de la centroderecha, Evópoli pueda conquistar y persuadir a las nuevas generaciones.
¿Y eso no lo podría recoger el Frente Amplio?
El FA está en una pregunta muy compleja respecto de su identidad. Tiene dos almas. Una que es más concertacionista y donde hay algunos que están volviendo a la casa. Es lo que dijo Bachelet. Son los hijos que siempre han estado ahí.
¿Ahí pones a Boric…?
A Gabriel Boric, a Giorgio Jackson, a Revolución Democrática, que son un grupo fundamentalmente socialdemócrata. Y luego hay un mundo que es de la izquierda más radical. Claramente, no comparten una misma matriz. Ahí arranca la crisis que están viviendo. Hay una fractura en su proyecto.
En el 2017 tú mismo decías que los verdaderos adversarios políticos eran el FA. ¿Te equivocaste?
Yo pensé que el Frente Amplio era un proyecto más coherente, es cierto. Pensé que había mayor consistencia y unidad. La verdad es que, en estos seis meses, he visto que tienen diferencias bien profundas. El Frente Amplio es un muy amplio; tan amplio que deja de ser un frente y pasa a ser una montonera.
¿Pero siguen siendo tus adversarios políticos?
Sí, porque generacionalmente los líderes que están emergiendo y que han consolidado la renovación en la izquierda, están en el FA. No en la ex Nueva Mayoría.
De hecho, Boric y Jackson están en primer lugar de las encuestas.
Exacto. Y yo los veo moviéndose hacia el centro. Intuyo que sus principales líderes van a empezar a buscar un acuerdo político con fuerzas de la izquierda tradicional para construir un proyecto de izquierda moderna. Claro, van a tener que hacer caso omiso de muchas de las cosas que repudiaron en la última elección. O sea, toda la castidad, la pureza y la virginidad de sus declaraciones van a quedar atrás. La realidad política es distinta…
¿Al confluir con esa izquierda tradicional, no perderán la frescura?
No. Van a seguir representando la renovación. Tal vez no con la geometría del Frente Amplio, pero sí con sus principales líderes. Nosotros desde Evópoli tenemos claro que esos líderes son el adversario y que nuestro proyecto liberal se enfrentará con una izquierda que tiene soluciones más nostálgicas que propuestas de futuro.
Igual falta ver si ustedes tienen suficiente contingente para dar esa batalla.
Cierto. La centroderecha requiere de las nuevas generaciones para salir a darle la batalla a esos líderes que son muy populares. Hay que ver con qué ideario van a salir a jugar el partido de los próximos años.
¿Es un desafío para Evópoli desapegarse de la figura de Piñera?
El desafío es cómo empezamos a construir un proyecto de largo plazo en el entendido de que Sebastián Piñera le va a pasar la posta a alguien de nuestro sector.
¿No es parecido a lo que pensaba la Nueva Mayoría con Bachelet?
No. Porque la izquierda, la ex Nueva Mayoría, no ha hecho la autopsia profunda de por qué perdió. Nosotros, cuando perdimos en el 2014, hicimos una larga y acuciosa autopsia. Hicimos un diagnóstico súper crítico. Ellos no lo han hecho. Eso marca toda la diferencia.
En esa larga autopsia, ¿cuáles fueron los errores?
No hay dudas de que fuimos exitosos en la economía, pero tuvimos un déficit político. Cometimos errores como los de Barrancones. Faltó un proyecto más integral para gobernar. Hoy hemos comprendido que la unidad y la gobernabilidad son un patrimonio que Chile Vamos ha ido asumiendo lentamente.
¿Hay que ver cómo cruzan el tema presidencial porque tienen varios candidatos ya en la cancha?
Es muy importante tener fresca la memoria. La historia es muy evidente con nosotros. No podemos repetir el guión. La centroderecha se equivoca si adelanta la conversación presidencial. En el anterior gobierno de Piñera, teníamos buenos números, buena gestión, pero no alcanzaba para proyectarse políticamente. Tenemos que anotar eso.
Fuente: Revista Cosas
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