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Que una ingeniera chilena haya sido distinguida por MIT Technology Review –publicación oficial del Massachusetts Institute of Technology– entre los 35 innovadores menores de 35 años más importantes del mundo, es una tremenda alegría y un orgullo innegable para nuestro país.
A Barbarita Lira –titulada en la prestigiosa Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso– el MIT le reconoce la invención del Sistema de Información de Emergencia (SIE), basado en una plataforma que permite chatear vía smartphone con familiares y obtener información útil durante y luego de una emergencia; un sistema mucho más estable que las redes celulares que por lo general colapsan durante estas situaciones.
Según explica la publicación norteamericana, el sistema inventado por la joven chilena “hace uso de la infraestructura de radio existente, también permite que los teléfonos inteligentes se envíen mensajes entre sí mediante malla, una red inalámbrica habilitada para ondas de radio”.
No obstante el valor de semejante reconocimiento de nivel internacional, la propia involucrada no está feliz del todo. Tras el anuncio de la revista tecnológica más antigua del mundo, Barbarita Lara dijo en un medio nacional que “Chile es el último lugar donde reconocen tus méritos”. Y lo dice quejándose de “falta de apoyo y trabas a los emprendedores, tanto de instituciones estatales como algunos privados”, porque ella misma lo ha experimentado tratando de convencer con su invento.
Pero ella también es consciente que el proceso de cambio de gobierno es un factor a considerar, sobre todo cuando la Onemi y el Ministerio del Interior se han mostrado interesados en su sistema, dado su alcance social, incluso, aplicable en el ámbito militar y en la publicidad.
¿Acaso ya no será hora de que nuestro país comience a confiar más en su gente y deje un poco de lado esta especie de admiración incondicional por todo aquello producido más allá de nuestras fronteras? No se trata de ser chauvinista per se, ni macondianos boquiabiertos frente al hielo, sino de ser consecuentes con nuestra propia prédica diaria, de creernos el cuento de que como chilenos somos capaces de lograr cosas importantes, y no solo de manera azarosa, sino como fruto del esfuerzo individual y del trabajo colectivo, como lo están demostrando cinco estudiantes de Coyhaique, que en los próximos días representarán a nuestro país en la Copa Mundial de Física 2018, a celebrarse en China.
Qué duda cabe que el invento de esta joven porteña de 32 años sería de gran utilidad para superar los problemas de conectividad comunicacional que padecemos de manera endémica en la Región de Aysén, una zona vasta y de geografía caprichosa que desafía a la tecnología, imponiéndose la mayor de las veces, dejándonos a merced de las inclemencias climáticas y topográficas. En la Patagonia no necesitamos un terremoto para quedar desconectados, acá la conectividad es como el viento: va y viene.
Qué bien le haría a nuestra alma nacional dotarla de un poco de cariño y de confianza, qué bien le haría a nuestro país ser reconocido en el mundo entero por su cultura en su más amplia acepción antropológica: desde el deporte a la danza; desde la literatura a la física; desde la música a la innovación científico-tecnológica; desde agregarle valor a los commodities que exportamos en bruto, hasta manufacturar con nuestras manos productos de alta gama.
En Chile somos capaces de generar cerebros prodigiosos, como el de Barbarita Lara; en la Patagonia ya estamos produciendo intelecto e inteligencia para el futuro, como estos cinco jóvenes que competirán en China, o como con nuestras primeras generaciones de estudiantes de la Universidad de Aysén. Se puede, claro que se puede. Solo tenemos que darnos la oportunidad de confiar más en nosotros mismos.
Fuente: El Divisadero
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