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Un día como hoy, el 12 de diciembre de 2012, nace Evópoli, como una respuesta generacional a la necesidad de oxigenar la política, desde el ideario de la libertad. Esto llevó a que muchos independientes se sumaran a un nuevo movimiento político que, buscando superar el clivaje del Sí y el No, le diera un rol central tanto a la libertad económica como a la diversidad cultural del Chile moderno. Uno que asumiera que una sociedad justa exige una cancha pareja para todos nuestros niños, independientemente del lugar de origen de sus padres.
En perspectiva, ocurrió durante el «cambio de ciclo» que tuvo como hitos las movilizaciones de 2011, el debate sobre el modelo chileno de desarrollo y la emergencia de una izquierda que, cuestionando los avances de los últimos treinta años, busca impulsar «otro modelo» bajo la consigna igualitarista de los derechos sociales.
Tiempo después, lo que partió como un movimiento logró constituirse en partido político a nivel nacional. Aplanando las calles logramos conquistar miles de corazones que, en noviembre de 2016, nos permitieron constituirnos en el primer partido de centroderecha nacido en democracia. Seis años después, Evópoli es un proyecto colectivo que llegó para quedarse: somos impulsores y fundadores de Chile Vamos, contamos con una bancada de dos senadores y seis diputados, participamos en el Gobierno con profesionales en todo el país y hemos logrado diversificar nuestros liderazgos.
En este corto recorrido, Evópoli ha podido conquistar dos logros que nos enorgullecen especialmente. En primer lugar, hemos contribuido a oxigenar la política. Con una mirada más inclusiva y liberal, le hemos aportado diversidad y riqueza a nuestro sector. En segundo lugar, instalamos nuestra bandera de «Los niños primero en la fila» en el corazón del gobierno del Presidente Piñera. Nuestra obsesión por la primera infancia nace de la convicción de que mientras sigamos viviendo en un país en el que la cuna determina el destino de las personas, la inequidad seguiría perpetuándose en el tiempo.
El Acuerdo Nacional por la Infancia, impulsado por el Gobierno, considera más de 90 medidas transversalmente acordadas, y busca influir de manera determinante en la agenda futura del país. Este es, sin duda, nuestro mayor logro en estos seis años de vida.
Hoy miramos hacia adelante con el desafío de construir un Chile más justo, conscientes de que enfrentamos a una izquierda atractiva, pero de respuestas nostálgicas. Y lo hacemos con tres nuevos objetivos: impulsar el ideal de una ciudad justa, potenciar una economía para el siglo XXI y construir un Estado al servicio de los ciudadanos. Para empezar, trabajaremos para potenciar ciudades que abran los encuentros e interacciones entre personas de orígenes diversos, que favorezca la igualdad de oportunidades y el acceso equitativo para potenciar nuestros proyectos de vida. Un sueño que nos invita a mirar a la ciudad desde un sentido de pertenencia, y con especial preocupación por los sectores más vulnerables, para que nadie quede excluido de los beneficios que entrega la vida en común.
A su vez, Chile requiere de una economía para el siglo XXI con reformas acordes con la disrupción tecnológica en curso, donde el valor de las ideas, la colaboración y el mérito sean capaces de dar respuestas adecuadas a la Cuarta Revolución Industrial. Esto exige reaccionar a tiempo a los cambios laborales y educacionales que nuestra época enfrenta, lo que requiere de modernizaciones para adaptarse a estos tiempo bajo una perspectiva social inclusiva.
Finalmente, asumimos el desafío de potenciar un Estado ciudadano, que elimine a los operadores y la cooptación de los partidos, devolviéndole a la ciudadanía la confianza en lo público desde la probidad y la transparencia. Es inaceptable que cada cambio de gobierno signifique un desfile de cargos entrantes y salientes según afinidades políticas. Un Chile apto para el siglo XXI requiere de un sector público profesional al servicio de los ciudadanos, no un «botín de campaña», y para ello es necesario abrirlo también a los chilenos en el plano laboral, pues sus normas crean altas barreras de entrada y limitan la meritocracia.
Este es el desafío: corregir inequidades territoriales y las vulnerabilidades de la cuna, una economía libre y competitiva frente al siglo XXI y avanzar hacia un Estado genuinamente al servicio de las personas, con especial énfasis en los más vulnerables. Hoy, cuando nos toca apagar nuestras primeras seis velas, decimos con la misma convicción del primer día: un Chile más libre, más integrado, más inclusivo y más diverso, es también un Chile más justo.
Fuente: El Mercurio
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