El acoso no es un problema aislado ni exclusivo de una sola universidad, sino que constituye un síntoma de una crisis sistémica más profunda que afecta a múltiples instituciones de educación superior en Chile.
El acoso sexual en las instituciones educativas ha emergido con mayor visibilidad en los últimos años en nuestro país, y los recientes casos reportados en la Universidad Silva Henríquez son una manifestación más de este fenómeno. Esta situación pone de manifiesto que el acoso no es un problema aislado ni exclusivo de una sola universidad, sino que constituye un síntoma de una crisis sistémica más profunda que afecta a múltiples instituciones de educación superior en Chile. Los testimonios de las víctimas, quienes han sufrido estos abusos en el contexto universitario, son cada vez más frecuentes. El temor a represalias ya sea por parte de docentes o compañeros, ha comenzado a desvanecerse progresivamente, gracias al respaldo y apoyo de las estudiantes del mismo establecimiento. Como ellas mismas expresan: “Ante las constantes situaciones de acoso, abuso y maltrato dentro de la comunidad universitaria, y el silencio cómplice de la institucionalidad, hacemos un llamado a unirnos contra la violencia”.
Las universidades, en su rol como formadoras de futuros profesionales, poseen la responsabilidad ética y moral de garantizar la protección de sus estudiantes y empleados. No obstante, los recientes casos en la Universidad Silva Henríquez evidencian serias deficiencias en los mecanismos de prevención y sanción del acoso sexual. Aunque algunas instituciones han implementado protocolos de denuncia y apoyo a las víctimas, estos continúan siendo insuficientes si no están acompañados de una cultura organizacional que promueva el respeto y la concientización sobre la gravedad del acoso.
La Universidad Silva Henríquez, al igual que cualquier otra institución, tiene ante sí la oportunidad de liderar un cambio en la forma en que se gestionan estos temas. Este cambio no solo requiere la actualización de sus protocolos de denuncia, sino también el fomento de una cultura que apoye y otorgue credibilidad a las víctimas. Las denuncias de acoso no deben ser percibidas como una amenaza a la reputación institucional, sino como una oportunidad para elevar los estándares éticos y velar por la integridad de la comunidad académica.
El problema del acoso en las universidades trasciende lo institucional y constituye un desafío social que debe abordarse con la misma seriedad desde los ámbitos estatal y legal. La sociedad chilena, en su conjunto, debe dejar de normalizar estas conductas. El acoso no es un problema menor ni un simple malentendido, sino una grave violación de los derechos fundamentales que exige un tratamiento acorde a su magnitud. Solo mediante un esfuerzo colectivo que incluya a las universidades, al Estado y a la sociedad en general, será posible erradicar el acoso sexual de nuestras instituciones educativas.