Columna de Christóbal Martínez | Cuando la pasión divide, el respeto debe unir

Columna de Christóbal Martínez | Cuando la pasión divide, el respeto debe unir

Los hechos ocurridos en Buenos Aires, tras el partido entre Universidad de Chile e Independiente, vuelven a mostrar el lado más oscuro de la pasión deportiva. La detención de hinchas chilenos en Puerto Madero, en circunstancias poco claras y sin motivo aparente en muchos casos, no solo preocupa por lo que significa para nuestros compatriotas, sino también por lo que refleja en el actuar de las autoridades de seguridad argentinas.

Argentina arrastra hace décadas un problema profundo, las mafias enquistadas en el fútbol, las barras bravas que operan como verdaderas bandas criminales y un Estado que ha fallado en enfrentarlas con la firmeza y la transparencia necesarias. Esa cultura de violencia y connivencia se ha transformado en una práctica arraigada que contamina la experiencia del fútbol y amenaza la convivencia social. En vez de atacar esas redes organizadas, las fuerzas de seguridad terminan muchas veces recurriendo a respuestas masivas y arbitrarias que rayan en los apremios ilegítimos, como parece haber ocurrido con los hinchas chilenos detenidos.

Ahora bien, corresponde también hacer un matiz, hubo un grupo de seguidores de Universidad de Chile que protagonizó actos de vandalismo en el estadio Libertadores de América. Eso es condenable y no puede relativizarse. Quienes cometen delitos deben responder, sin excusas. Pero ese hecho puntual no justifica la criminalización indiscriminada ni las detenciones sin sustento, menos aún en un país que conoce de sobra los riesgos de abusar de la autoridad.

Chile tampoco está libre de este problema. En nuestro país también hemos visto cómo ciertos grupos han intentado convertir la pasión por un club en espacios de violencia organizada, de extorsión e incluso de control territorial. Es una amenaza a la convivencia democrática que no podemos tolerar ni naturalizar. El fútbol es parte de nuestra cultura, pero debe limpiarse de una vez por todas de estas mafias que lo utilizan como fachada.

La seguridad en el deporte debe estar garantizada, pero nunca a costa de la dignidad de las personas. Las detenciones arbitrarias son un retroceso, un error que erosiona la confianza entre pueblos hermanos y que daña el espíritu de integración. Lo que corresponde es combatir con decisión las redes criminales, no castigar a inocentes.

El fútbol debe ser un puente de unión entre pueblos hermanos. Cuando la pasión se transforma en arbitrariedad, la diplomacia y el respeto por los derechos humanos son el camino para corregir el rumbo. Lo ocurrido en Buenos Aires no debiese repetirse.

Christóbal Martínez Riffo
Presidente Juventud Evópoli

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