Noche de domingo. Un día después de la inscripción en el Servel de la candidatura de Evelyn Matthei. Vengo de otra de tantas reuniones políticas nocturnas. Entro al edificio y don Gonzalo me dice: “Lo vi en la tele… bien ahí… con los comunistas no llegamos a ninguna parte (…) Yo vengo de familia comunista, mi padre, yo mismo de joven… hasta que empecé a trabajar, donde me di cuenta de que se puede. Con mis manos se puede. A los comunistas les conviene que seamos todos pobres…”.
Lo escuché atento y le agradecí que compartiera su historia. Pero sus palabras siguieron rondando en mi cabeza. Había algo más en lo que me estaba diciendo. Recordé a Adam Smith, quien señalaba que el patrimonio más valioso de una persona, especialmente de los más pobres, es lo que puede hacer con sus manos y su intelecto. Uno de los ámbitos de la vida –quizás el más importante– donde mujeres y hombres encontramos sentido a nuestra existencia es en el trabajo. Tener un empleo no solo nos da sustento material, también es una forma de realización personal.
Hoy casi un millón de chilenos busca empleo. Y otros 2,5 millones trabajan en la informalidad: sin cotizar para salud o su vejez, sin seguro de cesantía ni invalidez. Los datos hablan por sí solos: en un país de 18 millones de habitantes, esto es una crisis con mayúscula.
Como tantos otros problemas sociales, esta crisis tampoco recibe mayor atención del gobierno. Quizás ya nos acostumbramos a malas noticias sin esperar reacción de nuestras autoridades. Pero lo cierto es que esta situación es insostenible. Por eso la creación de oportunidades laborales es una prioridad en el programa de Evelyn Matthei.
Para generar empleo debemos mirar al complejo sistema que conforman el Estado, las empresas y los trabajadores. Estos últimos se agrupan y desarrollan en compañías; las empresas interactúan entre sí dentro de Chile y con el mundo; y todo ese ecosistema está limitado por la regulación que imponen el Estado, los municipios y el gobierno central. Así, cualquier cambio en una de estas variables afecta al sistema completo. En última instancia, lo que nos importa: la cantidad y calidad de oportunidades laborales.
En los últimos años hemos visto reformas que impactan directamente en este sistema: la tributaria de 2016, la ley de 40 horas, la de pensiones, por mencionar algunas. Todas persiguen propósitos loables, pero comparten un mismo efecto colateral negativo: hacen más cara la contratación de personas, sobre todo para las pymes.
Si queremos más trabajo, necesitamos más y mejores empresas. Para tener empresas más robustas, requerimos un ambiente que incentive la inversión, fomente el ánimo de emprender, impulse nuevos proyectos y dé confianza en que el fruto de ese esfuerzo pertenecerá a quienes pusieron sus manos y su intelecto. Y para contar con un ambiente pro trabajo y pro empresa, necesitamos un Estado que, a través de sus regulaciones y acciones, lo promueva. Eso último depende de la política.
Para responderle a don Gonzalo, que tiene toda la razón, pongamos manos a la obra.