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Tenía 21 años en octubre de 1988, cuando acudí por primera vez a votar. Tenía cuatro meses de embarazo y estaba nerviosa. Sentía una gran responsabilidad con el país y un compromiso aún más grande con las generaciones venideras. Yo pensaba en mi hija y las de mis amigas. Estaba casada, la familia de mi marido ondeaba banderas y me llenaban de chapitas y merchandising por su opción. La mía era distinta y ocupaba la otra mitad de la pared de nuestro dormitorio.
Cuando llegó el momento de sufragar no dudé ni un segundo. Me fui con el dedo entintado y algo de miedo. Dejé atrás las largas filas que hacía la gente en La Araucanía. Ese día podía cambiar el curso Chile y yo, una joven estudiante de agronomía, sería parte de la victoria de muchos. El resto es historia.
Recuerdo con alegría ese 5 de octubre y en estas fechas en las que conmemoramos el plebiscito y su resultado, no puedo sino reafirmar mi compromiso con la democracia y la libertad. Debemos reflexionar sobre el pasado, unirnos en el presente y transformar el futuro.
Mi primera votación fue por el No y si tuviera la posibilidad de volver a hacerlo, sería la misma posición.
Fuente: La Tercera
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